
Todo sucedió, ocurrió, aconteció. Ni tú ni yo pudimos detenerlo, las palabras fueron más rápidas, brotaban a borbotones, acusadoras, hirientes, imborrables.
Dime, ¿de veras lo sentimos? ¿Realmente es ésto cuanto queremos? Déjame decirte que si hay alguien que hable con más sinceridad que los borrachos y los niños, son aquellos a quienes la rabia asfixia, un segundo, un instante de libertad para nuestro subconsciente. Incluso aquellas cosas acerca de las que te engañas a ti mismo, aparecerán más claras que nunca, innegables. Por eso, cuando dijiste "joder, como me gustaría largarme para siempre, lo has echado todo a perder" no pude evitar que un pensamiento me partiera el alma "ojalá lo hicieras". Sonaba tan fuerte, con tanta rabia, que esas tres palabras no han dejado de latir en mi cabeza durante estos días, retumban, vibran, golpean incansables "ojalá lo hicieras.. ojalá lo hicieras.. ojalá lo hicieras..."
Basta.
¿Por qué seguimos engañándonos? ¿Por qué seguimos retrasando un final temido, pero desesperadamente deseado? Ese inevitable final.
Reconócelo, ya no somos ni tú ni yo.

