- ¡Domestícame!
- ¿Perdona?
- He dicho que me domestiques.
- Sí, eso me había parecido oir...
- Verás, se trata de una cosa demasiado olvidada... significa "crear lazos".
- ¿Crear lazos?
- ¡Exacto! Escucha, has de imaginar que soy una zorra.
- Me he vuelto a perder...
- ¡Que no, escucha!.. yo soy una zorra, y para mí tú no eres todavía más que un muchachito semejante a cien mil muchachitos. Yo no te necesito. Y tú tampoco me necesitas. No soy para ti más que una zorra semejante a cien mil zorras. Pero, si me domesticas, tendremos necesidad el uno del otro. Serás para mí único en el mundo. Seré para ti única en el mundo...
- Empiezo a entender... hay una flor, creo que me domesticó.
- Es posible.
- ¿Qué hay que hacer?
Y así el principito domesticó a la zorra. Y cuando se acercó la hora de la partida:
- ¡Ah!... voy a llorar.
- Tuya es la culpa. No deseaba hacerte mal, pero quisiste que te domesticara...
- Sí.
- ¡Pero vas a llorar!
- Sí...
- Entonces, no ganas nada.
- Gano... por el color del trigo.
Y mi casa todavía huele a palomitas quemadas
-
¿Porqué embriagarme con perfumes si puedo tenerte aquí?
Como el césped debajo de tus pies. Y el olor a piscina. A capuccino. Ya no
huelo ni a palomitas quem...
Hace 12 años