
Ella respiraba a contracorriente, no era capaz de seguir el ritmo de los demás, marcaba el suyo propio. Creía que podría vivir de ilusiones toda su vida, bueno tal vez de ilusiones y unas pocas miguitas de pan.
Pero algunas de sus ilusiones eran tan vanas que se desvanecieron con la brisa de tu aliento, y eso le hizo pensar que lo mismo podría pasar con todas, que no quería volver a sentir eso que llaman desolación.
Se deshizo de todas ellas, las que quedaban, claro. Las rompió en mil trocitos, las quemó, las escondió en cajones y debajo de la alfombra, incluso algunas las metió en botellas de cristal y las envió al océano. No quiero volver a veros - decía - nunca.
Pero como le solía pasar... se equivocaba.
