Odiosos y, al mismo tiempo, adorados días de bohemia.

Ella era como una gota de perfume, perdida en el oasis de aquellos días de la más profunda bohemia.
Caminaba en infinita fingida indiferencia, con ese paso propio de las gotas de la más pura esencia, embriagador, abrumador... efímero. Y su expresión... nunca nadie vio ojos tan dulces y tan desgarradores al mismo tiempo, parecían tararear la melodía de la canción más triste jamás compuesta con su pestañeo, e, inevitablemente, la mordedura de sus pupilas te escocía el corazón.
Andaba siempre ensimismada, y podría decirse que su sonrisa era incluso más triste que aquellas perlas que le caían de los ojos al llorar.
Aunque vivía en un constante intento de escapar de esas sensaciones, estaba tan sumergida en ellas que no conseguía sacudirse la pena más de dos días seguidos; además tampoco puede decirse que nadie la ayudase demasiado, no era la única atrapada en aquellos días de bohemia...

martes, 11 de mayo de 2010

Los cristales rotos.


Roto
Desgarrado
Abandonado
Difuminado
Muerto e incinerado
Pisoteado
Maltratado
Olvidado
Y mil veces despreciado

Todo acaba, todo termina. Nosotros nos encargamos de eso. Por muy bonito que sea, por muy alto que llegue. Ni lo intentes, no trates de alargarlo, ni un minuto, ni un sólo día más de bohemia. Porque en el momento en el que comience la agonía, el resto no será más que un desesperado planeo, un intento de remontar el vuelo, y has de saber, o más bien has de querer saber, que no funciona. Antes, después o ahora llegará el momento del aterrizaje forzoso, de los reproches y acusaciones, lamentos, sollozos, miradas furtivas y ya no precisamente chispeantes. Los restos que dejó la tormenta. Los cristales rotos.

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