Odiosos y, al mismo tiempo, adorados días de bohemia.

Ella era como una gota de perfume, perdida en el oasis de aquellos días de la más profunda bohemia.
Caminaba en infinita fingida indiferencia, con ese paso propio de las gotas de la más pura esencia, embriagador, abrumador... efímero. Y su expresión... nunca nadie vio ojos tan dulces y tan desgarradores al mismo tiempo, parecían tararear la melodía de la canción más triste jamás compuesta con su pestañeo, e, inevitablemente, la mordedura de sus pupilas te escocía el corazón.
Andaba siempre ensimismada, y podría decirse que su sonrisa era incluso más triste que aquellas perlas que le caían de los ojos al llorar.
Aunque vivía en un constante intento de escapar de esas sensaciones, estaba tan sumergida en ellas que no conseguía sacudirse la pena más de dos días seguidos; además tampoco puede decirse que nadie la ayudase demasiado, no era la única atrapada en aquellos días de bohemia...

domingo, 7 de marzo de 2010

Veranos interminables



Querida Clara, te escribo en días grises la carta que siempre quise enviarte, ya sabes que soy amante de los trozos de papel que guardan vidas.
Y pensar que los veranos se hubieran hundido sin ti, si no te hubiera conocido. Y no eres nada poco.
A veces se quema una tostada y me hace gracia pensar que usted estará haciendo quizás lo mismo unos kilómetros más lejos de aquí. Y soy capaz de imaginarte delante de tu ordenador, enfrente de tu cámara incorporada y sus fabulosos efectos que derretíamos en las tardes de verano.
Sin duda alguna, ocurra lo que ocurra, dará igual si me pierdo en medio del mundo, si desaparezco durante años, si dejo de escribir canciones, o si la lluvia ya no me hace caso, porque sabré, pase lo que pase, que podría llegar a Beniscornia en bici con los ojos vendados, o incluso sin las dos manos. O mejor, sería capaz de componer cuando todo esto se terminara, y yo ya no tengo eso que llaman inspiración, pero podré llamarte para ofrecernos tardes de cine, de chicos fantásticos y Rock'n Roll, y enamorarnos cada domingo de París o de un barco que naufraga en el perdido océano de los años sesenta.
Procura no alejarte mucho del mismo camino que trazamos todos los días para ir al colegio, ni del pequeño tramo que cojo algún sábado con esa bici roja que tanto amamos.
Mi casa es y será siempre tu familia, sea verano o invierno, hagan treinta grados o el más puro frío gélido, porque no existen muchas esencias como tú, mi lady Santana, a la que nunca podré olvidar.
Palpitarás siempre jamás dentro de mí,
Gracias.

Y se me olvida mencionar mi gran enfermedad fotográfica, y por supuesto a mis dos y grandes y (casi) únicas modelos que siempre están ahí para ayudarme.
Una de ellas es una chica alta, de una belleza deslumbrante, un pelo azabache tan largo como la hiedra y unos ojos...
Los ojos más dulces que nadie pudo ver jamás.
Por eso me enamoré de ella la primera vez que la vi, y por eso di saltos de alegría cuando vi su nombre escrito en ese papel que había cogido por sorteo. Y supe como hacerla feliz en cuanto lo leí.
Te echaré de menos cada día de Navidad, porque usted es un trocito de ella , y un anhelo de mi verano. Y quise pintarte uno inolvidable en este regalo.
Ojalá nunca te esfumes y pasemos mil Navidades más, de esas que parecen primaveras, y tú y yo jamás nos olvidemos.

La quiero señorita Santana.
Aquí siempre la chica rara de la obsesión fotográfica.


Carta de una chica que guardaba mil veranos a otra que pasaba días en el monte de Santana esperando a la primavera...



1 comentario:

  1. He releído el texto mil veces, hasta darme cuenta de que esas palabras eran mías. Siempre seré capaz de repetírtelas. Las cosas buenas y bonitas no se deberían perder nunca, me dijeron una vez. De hecho tú nunca te vas a perder, no mientras yo exista, y tú dentro de mi cabeza. De verdad te agradezco tus risas, y tus adelantos de verano, siempre siempre.
    Ay ladie Santana, volveremos siempre.
    Gracias.

    ResponderEliminar