Odiosos y, al mismo tiempo, adorados días de bohemia.

Ella era como una gota de perfume, perdida en el oasis de aquellos días de la más profunda bohemia.
Caminaba en infinita fingida indiferencia, con ese paso propio de las gotas de la más pura esencia, embriagador, abrumador... efímero. Y su expresión... nunca nadie vio ojos tan dulces y tan desgarradores al mismo tiempo, parecían tararear la melodía de la canción más triste jamás compuesta con su pestañeo, e, inevitablemente, la mordedura de sus pupilas te escocía el corazón.
Andaba siempre ensimismada, y podría decirse que su sonrisa era incluso más triste que aquellas perlas que le caían de los ojos al llorar.
Aunque vivía en un constante intento de escapar de esas sensaciones, estaba tan sumergida en ellas que no conseguía sacudirse la pena más de dos días seguidos; además tampoco puede decirse que nadie la ayudase demasiado, no era la única atrapada en aquellos días de bohemia...

domingo, 27 de febrero de 2011

Cartas en el buzón equivocado.

Te escribo en días grises para decirte lo mucho que siento haber dicho lo que dije. No lo pensaba, estaba fuera de mí... yo jamás te haría daño.
Sé que no vas a volver, que no lo merezco.
Sé que ni siquiera me vas a responder esta carta.
Sé que has estado estos días pensando en lo mucho que me has dado, y en lo poco que has recibido.
Sé que vas a encontrar a alguien mucho mejor que yo.
Sé que vas a olvidarme.
Sé que soy gilipollas.
Sé que ni siquiera merezco tu odio, si acaso tu indiferencia.
También sé que te has llevado el color, y la música.
Ya que yo sé todas estas cosas, creo que es justo que tu sepas algo, te quiero.

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